Tiempos Violentos

“Me opongo a la violencia porque si produce algo bueno es siempre efímero, pero el daño que produce es permanente.”

“La pobreza es la peor forma de la violencia”

Mahatma Ghandi


Este blog no propone alineamientos partidarios, ni sostiene candidaturas, ni entra en discusiones sobre medidas de gobierno.

Pero sí tiene un fuerte contenido político, en la medida que promueve debatir criterios de convivencia en sociedad.

La jornada que vivimos los argentinos ayer, 14 de diciembre de 2017, reedita formas de resolver conflictos que deseábamos obsoletas, pero que resucitaron como si fueran producto de odios atávicos.

El Estado de Derecho es la culminación de miles de años de evolución humana, y supone el sometimiento a una Ley que es superior a la voluntad, los intereses y las decisiones de los individuos y de los grupos. Ese sometimiento es universal, es decir no existen individuos - ni siquiera los imbuidos de autoridad política - que escapen al imperio de la Ley, y ante ella todos somos iguales, sin excepción.

El otro presupuesto es que el estado legítimamente constituido y organizado ejerce el monopolio de la violencia física, como recurso extremo, cuando la ley lo autoriza y sólo en los términos por ella establecidos.

Antes del Estado de Derecho, los conflictos de cualquier índole se resolvían exclusivamente por la fuerza, por lo que - en ausencia de una convención común - predominaba el que disponía de mayor contundencia física, y en última instancia, de ejércitos más numerosos y arsenal mejor dotado.

Mi padre - que había sido un pugilista aficionado cuando joven - me transmitió un precepto: “Si te vas a pelear que sea con uno igual o más grande, nunca con uno más chico que vos…”

Eso era la ley para mí cuando era niño. 

El ejercicio legal - y legítimo - de la violencia supone a su vez algunos otros elementos, además de un marco regulatorio preciso y específico: 1. la fuerza es el último recurso, sólo procede cuando se han agotado los demás. Esto es incluso requerido en todos los sistemas penales modernos para poder   argumentar el atenuante de la defensa propia. 2. la fuerza debe ser ejercida por personal autorizado, idóneo y dentro de los límites de sus atribuciones y competencias. 3. La fuerza debe ser proporcional al peligro implicado, en intensidad y duración.

Todo lo demás es “justicia por mano propia” y por lo tanto es ilegal, no obstante lo que surja de cada caso particular.

Y todo aquél que viola la ley es - una vez probada su conducta - denominado delincuente.

El ejercicio de la libertad de expresión, el derecho a peticionar y a protestar, el normal funcionamiento de las instituciones del estado, el derecho a transitar libremente por el territorio nacional… están explícita e implícitamente garantizados por nuestra Constitución Nacional y las leyes que derivan de ella. Como así también cómo se resuelven los conflictos entre esos bienes jurídicos si entraran en colisión . En particular el derecho a peticionar debe estar garantizado tanto para las miles de personas que se movilizaron en rechazo a la 125 hace unos años como para las miles que lo hicieron ayer en rechazo a la reforma previsional.


Los episodios que nos conmovieron ayer fueron protagonizados por:

  • trescientas mil personas que se manifestaban pacífica y hasta alegremente
  • no más de cincuenta personas que eligieron un enfrentamiento directo con las fuerzas de seguridad
  • los diputados que en cumplimiento de sus funciones resolvían si sesionaban o no, y que en circunstancias poco claras de legalidad finalmente levantaron la sesión.
  • las fuerzas de seguridad, que se ocuparon de desalojar la Plaza de los Dos Congresos y sus inmediaciones durante horas.

Parece ser que sólo los primeros, aún siendo los más numerosos, están exentos de cualquier sospecha de delito.

Catulo





Comentarios

Monica Riche ha dicho que…
Excelente!comparto cada palabra!
Petrus ha dicho que…
Con el corazón a la intenperie

Esta imagen que escuche el otro día me pareció muy explicita de como nos encontramos. Todo nos pega directa e inexorablemente al corazón, tanto al corazón en forma literaria, es decir al centro de nuestros sentimientos, pasiones, deseos, aspiraciones, etc, como al corazón en forma literal, a más de uno las inyecciones de adrenalina de los últimos días le debe estar generando alguna complicación cardíaca.
La violencia estatal nunca es comparable con otras formas de violencia. Esto ya lo habíamos discutido hace más de tres décadas cuando se juzgaron a las juntas militares. La idea de equiparar a los 50, 100, 150, no importa cuantos, que tiraron piedras, repito, piedras, con las fuerzas de seguridad es equiparable a la teoría de los dos demonios. Primer golpe al corazón, lo discutido vuelve y de la peor manera.
La idea de cuanto cuesta reparar la plaza de los dos congresos no puede ser tan importante como la perdida de dignidad de los jubilados actuales y los que vengan, por que lo importante no es sin son 300, 400, o un salario al año de la mínima, sino cuan importante son para esta sociedad los que trabajaron para que tengamos una Patria. Segundo golpe al corazón.
La sorpresa de la noche cuando empezaron a sonar las cacerolas y grupos de vecinos empezaron a marchar hacia al centro, sorprendió, emocionó, generó nuevas preguntas sociológicas difíciles de dar cuenta por ahora, pero también golpeo en ese corazón desprotegido, sin armadura, expuesto a todo y a todos, por que así lo tenemos y así lo queremos tener, como diría Fito.
Tal vez lo único que nos quede sea nuestro corazón, golpeado, maltratado, engañado, pero intacto para seguir creyendo que es posible seguir, que es posible la utopía o por lo menos que es necesaria para avanzar.
Por todo esto es que necesitamos UN CORAZÓN A LA INTEMPERIE, para que no haya nada que filtre y todo lo vivamos con la pasión de siempre.

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