Buscando las coincidencias Vivimos tiempos estremecedores, en efecto, a escala planetaria. Demasiados pueblos viven cotidianamente la catástrofe de la guerra, sacrificando la vida de hombres, mujeres y niños inocentes, en el altar de un dios siempre desconocido y ajeno, que sólo parece dispensar el don de un dolor inacabable. La desnutrición arrasa con parte de la población de las dos terceras partes de las naciones, mientras el desarrollo tecnológico se concentra en acrecentar el poderío militar ya disponible y en la explotación irracional de las reservas de energía del planeta, ya brutalmente castigado por la codicia humana. La Tierra, nuestro hogar, parece gritar su agotamiento en la forma de desastres que parecen naturales, ante la perversidad de la especie supuestamente más evolucionada que la habita. Las minorías poderosas ensayan cada día herramientas más eficaces para aislarse del sufrimiento humano. El propio y, sobretodo, el ajeno. ...
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