¿Soñarán los Trolls?

Recién me enteré por la radio que la otra noche en la Quinta de Olivos cenaron con el presidente Mirtha Legrand, Adrián Suar, Susana Gimenez y Marcelo Tinelli. 
A mi me hace ruido. Como si hubieran cenado con la ex presidenta Victor Hugo Morales, Pablo Echarri, Florencia Peña y Andrea del Boca o algún periodista de 6,7,8.
Suena a mucho, a demasiado…¿a todos les pasará igual?
Probablemente no. Porque es esa cosa de la doble vara que ya casi no molesta pese a que ensucia cualquier discusión y que nubla las mentes más preclaras. 
Escuché un ejemplo muy simpático el otro día. ¿Si me roba el celular un morocho que pasa en bicicleta es igual de ladrón que si me lo roba un rubio que pasa en una ferrari?
La respuesta debería ser si…pero a veces es no. 
¿No era lo mismo encontrarse con el presidente ruso antes que ahora, no era lo mismo hacer negocios con los chinos antes que ahora, no es peligrosamente parecido lo que pasa en Venezuela que lo que pasa en Brasil? 
La pregunta que deberíamos hacernos es por qué no. 
La otra pregunta que deberíamos hacernos es por qué no nos interesa hacernos la pregunta.
Al respecto Amnistía Internacional ha denunciado que el avance de los trolls en las redes está modificando, limitando y paralizando nuestra libertad de expresión. Parece que cuanto más creemos que nos expresamos e interactuamos, en realidad somos meras marionetas en manos de los titiriteros que deciden lo que debemos decir o creer. Asusta saber que quien está en twitter, facebook, instagram conversa muchas veces con un otro no humano, o con un humano trolificado.
Para quienes no participan de las redes están los medios que utilizan a sus periodistas trolls desde las radios y la televisión para decirnos qué temas deben importarnos y qué debemos opinar en cada caso. Y al parecer también la justicia tiene sus trolls que deciden cuando está bien matar y cuando no. Aquí y en todas partes del mundo. 
Un capitulo de la serie Black MIrror muestra una sociedad aterradoramente reducida a dócil espectadora de la realidad que le filtran a través de celulares y pantallas de todo tipo. 
No nos interesa detectar la mentira, mucho menos repudiarla. No nos interesa conocer la verdad, mucho menos defenderla. Es más cómodo subirse a las olas. Y en las olas están los trolls mezclados entre “la gente” como en una novela de Phillip Dick hasta que sea prácticamente imposible saber quién es real y quien no.

Clodia

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