El cuarto poder - Los Intocables


En enero el salario mínimo en nuestro país era de 530 dólares, ayer por la mañana era de 312 y por la noche de 250. 
Unos pocos ganan cuando pierde la mayoría. 
¿Puede ser esto considerado como un robo frente a nuestras narices?
Entiendo que si. 

De niños aprendimos que el Estado republicano tiene tres poderes según la Constitución: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Y también aprendimos que había un Cuarto Poder: el Periodismo. Una profesión con cinco principios éticos que convertía a quienes la ejercían en un grupo de elite intocable. Verdad y Precisión -“no siempre pueden garantizar la verdad pero deben procurar la precisión”-. Independencia -“no deben actuar en nombre de intereses políticos, empresariales o culturales”-  Equidad e Imparcialidad  -“no hay obligación de mostrar todos los puntos de vista pero las historias deben ser equilibradas y presentadas en contexto”- Humanidad -“no deben dañar a nadie, deben ser conscientes del impacto de sus palabras e imágenes en las vidas de los demás”- y por ultimo Responsabilidad -“asumir los errores de información, admitiéndolos y corrigiéndolos”. 
También hay cinco principios o estados en el proceso de descomposición biológico: Fresco, ni bien el corazón deja de latir;  Hinchado, primer signo visual de putrefacción; Putrefacción Activa, desintegración visible con fuerte hedor; Putrefacción avanzada que huelga describir, y finalmente Seco o de restos, lo esquelitizado.
Ningún proceso de descomposición es inmediato. Hay pasos, señales, situaciones previas que nos lo anticipan.
El periodista debiera ser un buscador de verdades, un artista de la investigación, un héroe como Rodolfo Walsh, un super héroe como Clark Kent, un idealista. 
Hace mucho que los medios defienden intereses económicos que frecuentemente están reñidos con esa búsqueda de la verdad. No necesitan contratar profesionales dignos, sólo necesitan mercenarios capaces de transmitir lo que sus intereses requieren en cada etapa. 
Hoy la “batalla mediática" es contra la corrupción. ¿Pero cuál corrupción? 
¿La de las coimas al senado en 2001, los cuadernos de ahora, la de los jueces señalados en una servilleta?
¿La del robo de nuestro salario avalado desde los medios que insisten en que este es el rumbo y que no era posible hacer otra cosa con “la herencia” mientras nos muestran en cadena nacional fotocopias de cuadernos y lugares que “podrían haber tenido” una bóveda?
El tema se ha instalado de manera tal que “la gente” se manifiesta indignada frente a la corrupción política y económica de algunos mientras ignora la de otros y consiente la de los popes intocables de la “información” - por más evidente que resulte - más aún si coincide con lo que piensa. 
¿No hay castigo para aquellos que corrompen con la palabra cotidiana, simulando imparcialidad, al invadir millones de hogares con su voz y su tinta?¿No es igualmente reprochable la conducta de los que cobran para decir lo que no piensan, opinar sobre lo que no saben, tergiversar e incluso inventar hechos, condenar sin pruebas, dañar el buen nombre de las personas, ocultar información deliberadamente, influir en causas judiciales y hasta en las votaciones populares? 
La corrupción mata  -así lo demuestran Cromañón o Beara. 
La corrupción de la palabra falaz o la palabra omitida ayuda a matar y deja heridas imborrables. Así fue cuando éramos derechos y humanos mientras miles desaparecían sin que ningún medio lo denunciara, así fue cuando íbamos ganando en Malvinas por la televisión mientras nuestros soldados se morían de frío y hambre bajo las balas inglesas, así fue en 2001 cuando elogiaban el megacanje y el blindaje mientras nos saqueaban los ahorros unos días antes de la explosión final.
¿Es que nos olvidamos que nos mienten o es que no lo advertimos? 
Hay poderes que matan. Cuando elegimos creer en esas voces, confiar en ellas y repetir lo que nos cuentan nos convertimos en sus cómplices.  
El proceso de descomposición está en marcha desde hace mucho.
Y el hedor es intenso. Tan intenso que no debe faltar mucho para que sólo queden los huesos.
Clodia





























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