El peor de los crímenes

“No hay delito más infamante para un ciudadano que, cuando se juega el destino de la Patria, no estar en alguno de los dos bandos, o estar en los dos”

Licurgo, Siglo VIII AC



Hace un tiempo recurrimos a esta misma cita.

Vale la pena darle un vuelta más a su significado, a la luz del clima de estos días en la Argentina .

A mediados del Siglo VIII Esparta acababa de conquistar Mesenia. Eran tiempos turbulentos durante los cuales era necesario establecer leyes que garantizaran la paz y la unidad de los espartanos ante las amenazas internas -de pueblos sometidos- y externas -de poblaciones vecinas y lejanas.

No eran aquellas épocas de predominio de la diplomacia, sino de lanzas, espadas y escudos. Pasó a la leyenda la frase con la que las mujeres despedían a sus hijos antes de partir a la guerra: “Vuelve con él, o sobre él”.

Imaginemos un pueblo que por generaciones naturaliza la guerra como parte del paisaje de sus vidas. No es el caso argentino, pero sí el de muchos, en demasiadas latitudes del planeta.

Licurgo diseñó una Constitución - y las leyes, escritas o no - derivadas de ella.

La “Gran Retra” partía del principio de la igualdad de status y de derechos y obligaciones entre todos los ciudadanos - la eunomia - a excepción claro está de los esclavos ilotas. Había detrás de este principio, según cuenta Plutarco, una especie de reconocimiento al pueblo llano cuyo heroísmo había permitido la victoria sobre los mesenios y una denuncia a la aristocracia que “sólo había paseado egocéntricamente sobre sus altos caballos…”  

Licurgo consideraba, además, que los dos grandes males de la sociedad eran la pobreza y la riqueza, y que el oro era el motivo de todos los crímenes. Una concepción revulsiva para los criterios dominantes entre los poderosos de hoy.

Habrían de transcurrir casi 2500 años para que la Revolución Francesa consagrara explícitamente el principio de igualdad universal, aunque bien sabemos que hay formas contemporáneas de esclavitud, y que el movimiento feminista apenas asoma como un grito tras miles de años de sometimiento.

Sin embargo, la igualdad no impera tan sólo porque se la proclame.

Es más: el neoliberalismo renacido incluye en su cuerpo doctrinario precisamente la consagración de la desigualdad, mediante el artilugio cínico de la “meritocracia”. Los esclavos de hoy - y todos los excluidos del sistema - lo son porque “lo merecen”. 

La premisa ideológica de la afirmación es la hiperexaltación del individuo. Pero no de cualquiera, sino del poderoso.

El genocidio de la conquista de América fue justificado por la redención de los pueblos originarios, aunque lo que buscaba el conquistador eran primero los metales preciosos, y luego mercados para su capitalismo naciente.
El Holocausto fue justificado por la supremacía de la raza, pero la Alemania nazi buscaba la expansión de su “espacio vital”.

Los múltiples y dispersos genocidios de hoy se explican como el castigo necesario a algún tirano que somete a su pueblo y constituye una amenaza a la paz global, pero casualmente el tirano lo es de un país productor de petróleo que no entrega fácilmente sus recursos a las grandes corporaciones.

Vuelvo a la cita de Licurgo: salvando la distancia de épocas, el presupuesto de una afirmación semejante es la existencia del concepto común de Patria como Hogar.

Nadie se realiza en una comunidad que no se realiza. 

La Patria no es un conjunto de frases hechas, ni de próceres siempre antiguos ni de himnos infantiles.
Tampoco la inspiración detrás de nacionalismos fanáticos ni de rivalidades regionales suicidas.

Se nos ha taladrado el cerebro con la noción del mérito individual, y la consecuencia del éxito de esa propaganda es una doble frustración: nuestra sociedad se desgarra por los fracasos estrepitosos del gobierno de Cambiemos y al mismo tiempo los millones de personas que van quedando afuera se deprimen porque creen que es culpa de ellos. 

El neoliberalismo ha logrado en la Argentina que gobierne una coalición de intereses que expresa su cara más cruel y efectiva porque pese a su evidente torpeza permanecemos dóciles a la mentira.

Mientras podamos elegir democráticamente, cualquier opción será mejor que conformarnos con que todo es lo mismo, con que esto es horrible pero lo anterior fue nefasto, y otras argumentaciones irrelevantes.

La postura tan difundida en algunos sectores sociales de que "yo en política no me meto..."
ha sido sepultada por la evidencia cotidiana de que la política no sólo "se mete" en la vida de cada uno sino que la determina engañandote, licuando tu salario, dejándote sin trabajo, confiscando tu futuro, desprotegiendo a tus padres y a tus hijos, despojándote de los derechos sobre los cuales se cimenta toda esperanza.

La Patria está en juego ahora, si no la defendemos entre Todos, van a terminar  repartiéndose sus ruinas como siempre han querido.

Adolfo Adorno









Comentarios

Osvaldo ha dicho que…
Se nos ha dicho que los políticos son todos chorros, que muchos viven de la política, que son todos vagos, que no hacen nada, etc, etc; frases de sentido común. Hay que invertir el sentido.
Hay que politizar todo lo que esta en disputa, hay que estar en el lugar donde tenemos que estar, no hay que permitir el discurso del negador de la realidad.

El discurso del psicópata: niega y tergiversa lo que podemos percibir por nuestra propia experiencia, lo cual es enloquecedor. Pone a la víctima en el lugar del culpable de su propio sufrimiento, lo cual genera sobre la víctima el efecto de confundirla y deprimirla. No se responsabiliza por sus actos, sino que estos siempre responden a la acción de otros, de la cual es él la víctima inocente, El psicoanalista Jorge Aleman dixit

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