El problema de la Argentina somos los argentinos

Eso dicen dos argentinos en un video que subió el presidente semanas atrás. Él así lo piensa y dos ciudadanos lo repiten convencidos. 
Me produce una mezcla de tristeza y de vergüenza.

Pero en algún lugar siento que sí, que debemos tener algo que nos vuelve un problema sin solución. Incrédulos frente a las evidencias, resignados ante las injusticias y desmemoriados a la hora de castigar o reconocer con el voto a los que nos defraudan o nos benefician. 
La connivencia de la justicia, medios y poder gobernante queda al descubierto con audios de wassap y videos escandalosos y seguimos tan campantes…
Como escuchaba en un programa de radio: padecemos el síndrome de la mujer golpeada que no puede rebelarse y dejar al marido golpeador. 
¿Pero qué puede hacer el ciudadano de a pie frente a tanta deshonestidad brutal?

La cantinela del Estado ausente o del Estado indiferente ya no alcanza para explicar los estragos que ocasionan el cinismo y la mentira permanentes. Porque este se ha vuelto un Estado enemigo al servicio de hundir y culpar al mismo tiempo.

Hace una semana una joven de 27 años que tenía una vida armada se quedó en la calle. Madre soltera a los 20, a los 21 conoció a un muchacho que las eligió a las dos. Crecieron juntos durante cinco años, ella se recibió de bachiller hace menos de un mes y todo parecía ir bien hasta que el sueldo no alcanzó. Él se cansó de trabajar para que nunca fuera suficiente y entendió que la culpa era de “ellas”: no “le” alcanza porque tiene que mantener a una hija que ni siquiera es suya. Si no fuera por ellas estaría mejor y podría irse de vacaciones y hacer planes como antes. Así que la solución fue cada cual por su lado, cada uno con lo suyo. Apostar al esfuerzo individual para salvarse. 

Por la misma época internaron a otra joven que creyó -y aún cree- en este cambio que en tres años le desbarató la existencia. Su mamá, enferma de cáncer falleció el año pasado luego de quedarse sin obra social y hacerse imposible la continuidad de un tratamiento oncológico como el que venía sosteniendo. Esta joven había terminado el secundario en 2015 y comenzado una carrera terciara pero el colegio donde cursaba fue cerrado y la empresa para la que trabajaba quebró en 2017. Entonces tuvo que vender el auto que se había comprado en 2015, mudarse a un lugar más pequeño y comenzar a vender milanesas de soja para sobrevivir. Así las cosas tuvo un pico de hipertensión con sus apenas 30 años y permanece en observación en un hospital platense. Los análisis dieron colesterol alto y alguna falla en los riñones. Le duele la cabeza, está triste y gris. 

Están atrapadas en su laberinto porque además sienten que todo lo que les sucedió fue su culpa.

¿Es posible separar estas historias de la debacle socioeconómica y de la impunidad que nos rodea? 
¿No son ambas sin darse cuenta víctimas del cuento de la meritocracia? 
¿Son estos los argentinos problema de la Argentina?
¿Somos vos y yo? 

Definitivamente no. El problema de la argentina no somos "los argentinos".

Si quizás algunos. 

Quienes ocupan bancas de cualquier partido en el Congreso, abogados, fiscales y jueces que deberían ser custodios incorruptibles para que el sistema no colapse y en cambio se toman su tiempo para pronunciarse, para dejar en claro que así no es posible seguir. Parecen más ocupados en armar listas, en pedir sondeos, en hacer acuerdos para las elecciones. 
Tanta inmundicia expuesta no debería requerir de acuerdos pre-electorales para manifestarse contundente y conjuntamente.
De un lado los que se manejan como mafia, del otro los que se atienen a la ley.

Quienes insisten en el odio irracional para tolerar tanta mugre, en vez de rebelarse defraudados ante las promesas incumplidas de República y Transparencia.
Quienes necesitan de las grietas, quienes eligen el rencor antes que una ética mínima, quienes prefieren decir que todos son iguales para no admitir las diferencias evidentes y se convierten así en el peor - y tal vez el único - problema de los argentinos. 

Sin lugar para la tibieza: de un lado los que nos espantamos frente a la obscenidad, del otro los que se empeñan en justificarla.

Patricia Riche

Comentarios

Entradas populares de este blog