De la grieta y otro inventos

Ocurre con la palabreja lo que suele ocurrir con las modas.

De pronto alguien con cierta capacidad de influir en el comportamiento social instala un significante y este se difunde como un eco en la parte de la población permeable a las novedades   de la comunicación coloquial. Casi como si fuera un corte de pelo original, pero en el terreno del lenguaje.

El alcance de la influencia nunca es total, no podría serlo dada la complejidad de la sociedad, pero cumple la función de homogeneizar la mirada de un sector. Funciona como consigna.

Una consigna es la síntesis de una postura, y genera cohesión entre quienes la pronuncian,  como invocación ritual de un “nosotros” dentro del cual sentirse incluido y a salvo de búsquedas más arriesgadas. Una consigna tranquiliza las conciencias mientras dure su efecto. 

En el mejor de los casos, tal síntesis tiene fundamentos sólidamente construidos, y culminan expresándose en una política coherente con esos fundamentos.

“América para los americanos” es un ejemplo de una consigna de este tipo: sólo cuatro palabras detrás de las cuales había una doctrina completa (la Doctrina Monroe) y que inspiraron dos siglos de política exterior estadounidense. 

En el otro extremo, hay simples frases inteligentes que se hacen conocidas y “pegan”.

Para seguir en los EEUU: “es la economía, estúpido…” fue una ocurrencia de Bill Clinton que le permitió consolidar su imagen de político nuevo y ganarle las elecciones a George Bush padre en 1992.

Ambas constituyeron consignas que reflejaban posturas y estaban al servicio de determinados objetivos.

La “grieta” como origen de todos los males en nuestro país es una creación conceptual de los medios hegemónicos en su campaña para demonizar al kirchnerismo. 

Tiene un fundamento sencillo: el problema de los argentinos es que nos peleamos entre nosotros porque hay gobernantes que dividen a la sociedad en vez de unirla -Perón, Néstor, Cristina- y en el caso de los dos últimos por cuestiones derivadas del temperamento agresivo de ambos. Recordemos que a Néstor se lo tildaba de “crispado” y a Cristina de soberbia.

Una simple campaña de desprestigio de las políticas de un gobierno se encara atacando a los gobernantes por supuestos rasgos de carácter, pero además,  se intenta elevar el argumento a la categoría de criterio sociológico. 

Así, se describe la grieta como una desgracia argentina, que bien podría superarse si no existiera el “kirchnerismo”, ese grupo de peronistas maleducados.

El periodismo de opinión especializado podría explicar el período de las guerras de la independencia con el mismo recurso conceptual: habría habido una lamentable grieta entre las fuerzas realistas que pretendían perpetuar el status colonial de América y las fuerzas patriotas que querían deshacerse de su dominio. Empeorada esta desgracia por algunos temperamentos hostiles como el de Franklin o Washington en el Norte y Moreno, Belgrano o San Martín por estos lados. 

¿Habrá también una grieta transatlántica entre Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña por la soberanía de nuestras islas?

Recordemos que, dentro del mismo marco de criterios, un ministro de la nación de Cambiemos, luego electo senador, explicaba que el fenómeno del nazismo fue consecuencia de la “falta de diálogo” entre los dirigentes alemanes de la época.

No hay grieta. Nunca la hubo. pero sí conflicto entre intereses y visiones diferentes respecto de la cosa pública, el estado y la vida en comunidad.

Y en todas las naciones del planeta de un lado están quienes defienden los intereses de las mayorías - que siempre coinciden con los de la Nación - y del otro minorías poderosas que buscan preservar - y ampliar - sus privilegios. 

Una derivación lógica del concepto de grieta es la condena a la “polarización”, es decir, la supuesta reducción de la oferta política - y por tanto la electoral - a sólo dos expresiones.

Todo lo contrario, decimos nosotros. Si el conflicto central en toda sociedad es el de mayorías populares versus minorías poderosas, la oferta política debería ser también doble, y reflejar el dilema binario fundante. 
No puedo concebir un sistema más sano y transparente.
Una tercera opción sería una forma de la hipocresía. 

Sé que es una fantasía. Pero no suena mal.

Una consecuencia política de la instalación del concepto tal como lo venimos desgranando fue la reciente aparición del Partido Antigrieta.

Es un comienzo poco auspicioso definir la identidad propia como lo opuesto a una identidad preexistente. A la remanida descalificación del kirchnerismo -por su conflictividad intolerante- ahora le agregan la descalificación del macrismo por complicidad sobreviniente. Su bandera es: “No somos Macri ni somos Cristina…”. 

Nunca dejan claro lo que son y empieza a sospecharse que ni ellos lo saben.
Deberían al menos mostrar una carta más sólida.

Como sea, pocas veces en la historia de la democracia argentina reciente el dilema político está tan al descubierto: el proyecto de Cambiemos es la expresión más cabal de las minorías en el poder fáctico, económico y político. Y es cabal y coherente en sus resultados.

La alternativa debe ser una,  no varias.

En octubre habrá más de dos boletas cuando debamos elegir.

Pero sólo dos proyectos de Nación en juego.

Adolfo Adorno






















Comentarios

Osvaldo ha dicho que…
Los hipócritas proponen "la ancha avenida del medio", Extraña forma de actuar en política. Ya se sabe hacia donde va la avenida y en que lugar y para donde van a doblar.
Fede Marastoni ha dicho que…
entonces propongo usar como síntesis "La grieta son los padres"

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