La cuenta regresiva

Vengo pensando que el propósito de este blog está llegando a su fin. 
Surgió con la intención de crear un espacio amigable de reflexión donde pudiéramos desarmar entre todxs frases que no significan nada y sin embargo le ponen marco a nuestra vida en sociedad. 
Con el correr de los los meses se transformó en una vía de escape personal ante tanto desorden de la vida cotidiana, ante tanto desmantelamiento de lo construido. Permanecimos casi impávidos frente a la destrucción arrasadora y escribir se me volvió una manera de no asfixiarme por completo. 

Pronto el pueblo volverá a expresarse. Hará oír su voz y no estamos del todo seguros de si va a gustarnos lo que tenga para decir. Porque la corrosión ha sido sistemática y tal vez más profunda de lo que nos atrevemos a creer.

Tengo miedo. ¿Soy la única?

Hace años la señora de los almuerzos eternos decía que la gente “no se animaba a hablar”. Lo decía mientras ella misma escupía cualquier cosa que se le ocurriera por más agresiva que fuera. Lo decía mientras los medios hegemónicos  publicaban y replicaban impúdicamente groserías y comenzaban a estigmatizar proyectos, funcionarios y simpatizantes  adjetivándolos con la ya demonizada letra K. 
El estigma fue lentamente virando hacia el odio ciego y -con el envalentonamiento que el poder le insufla a algunos- en patente de corso para justificar cualquier acción: escrachar a un ministro que viaja con su familia en buquebús, defenestrar a actores que manifiestan públicamente sus inclinaciones, denigrar a la primera mandataria en la cola de bancos y supermercados sin importar el pensamiento de quienes los rodean, moler a golpes a un ladron callejero, deslegitimar a jueces y fiscales y algo más. 

Cada tanto vuelve a mi cabeza el síndrome de la esclavitud. ¿Cómo ocurrió, como pudo ser que miles y miles se sometieran al látigo de unos pocos? 
La respuesta inmediata es que esos pocos tenían las armas. Tanto en Africa como en América los "conquistadores" eran los dueños de las armas. Las revueltas y los actos heroicos llevaron su tiempo. Hasta entonces sólo existió el sometimiento a la servidumbre, incluso voluntaria. 

Tal vez esté exagerando pero cuando veo que un un humorista es descuartizado en cadena nacional por expresar su opinión mientras pasa inadvertido que otros estén dispuestos a tirarse del balcón si perdieran las elecciones o a dar su vida para ganarlas el miedo se incrementa. Cuando veo que nuestros dirigentes se ven obligados a pedir disculpas por los posibles exabruptos de nuestro lado sin reclamar que se haga lo mismo desde el otro mi temor se acelera.

Ayer fui a la farmacia y llevaba conmigo el libro Sinceramente. Una chica que estaba a mi lado me miró con desprecio y cuando me retiré le dijo al dueño del negocio para que pueda oírla: “menos mal que se fue porque estaba por vomitarle encima”. 
Ese es el asco que inspira la simple visión de un rostro en una tapa. 
Por eso  tengo miedo de caminar por la calle con algo que pueda identificarme con el “bando” señalado como violento porque sé que la violencia siempre está del otro lado. Y puede venir en forma de insulto, de piedra, de empujón en el mejor de los casos.

Vuelvo a preguntarme ¿soy la única que lo siente así? 
Porque si no lo soy es muy amenazante
Por lo que implica para una comunidad que se dice democrática que muchos -tal vez la mitad de sus miembros- tengamos temor o vergüenza de expresarnos libremente sin padecer la etiqueta del desprestigio incuestionable. 
Sería interesante que -además de salir a las calles a mostrarnos fuertes y desafiantes- pudiéramos confesar públicamente que sentimos temor al apoyar aquello en lo que creemos.
Tal vez no estaría mal que la propuesta electoral incluyera además de la esperanza de vivir mejor la promesa de poder expresar tranquilos quienes somos, de poder defender nuestras ideas sin correr ningún riesgo.  
Quizás es posible apelar a la empatía de buena parte de la sociedad antes de que el miedo se transforme en terror.

P.D. Hace minutos escuché que al payaso Piñón Fijo se le ocurrió decir que el neoliberalismo sólo derrama miseria. En seguida le salió al cruce Alfredo Casero -el del flan- y le twiteó -entre otro desparramo de insultos- que volviera a la calle. Seguramente será aplaudido en cadena nacional por la ocurrencia mientras desprestigiarán a Piñón.
Así las cosas: de un lado los que tienen el derecho a la opinión, del otro los que la tienen prohibida. Está pasando de nuevo. Conquistadores y esclavos. 

Patricia Riche

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Lamentable, antes sabíamos quién era partidario de cada partido y hoy da miedo, cuanta tristeza me da...

Entradas populares de este blog