Mostrar la hilacha

“Es nuestro dilema de mamíferos: qué dar a los demás y qué reservarnos para nosotros. 
A eso le llamamos moral” (Ian McEwan)

La capitana de un barco fue presa en Italia por haber rescatado 40 migrantes del océano y atreverse a tocar puerto en Lampedusa para que no mueran de hambre.
La sociedad lo tolera.

Un pediatra fue preso por haber producido y distribuido imágenes de pedofilia. 
La sociedad se espanta. 

Lo legal. Lo ilegal. Lo moral, lo inmoral.

Cuando los mecanismos de represión no funcionan ocurre el horror, dicen.

¿Pero qué son los mecanismo de represión?

¿Están basados en valores pre establecidos o habrá valores con los que el ser humano venga de "fábrica"? ¿Dependerá de los valores que privilegie una sociedad para que algo nos parezca monstruoso o aceptable, repudiable o natural? 

Como sea, me inclino a pensar que algunos son indispensables para convivir y desarrollarse: la empatía, la solidaridad para con el próximo, el sentido de justicia y la vocación por la verdad y que hay sistemas -como el capitalismo- que trabajan para que esos valores se reduzcan al mínimo. 
A mayor individualismo se advierten mayores capacidades para naturalizar lo aberrante: “mientras a mi no me toque…”

Entiendo que los medios masivos de comunicación juegan un rol fundamental para que eso suceda. 
Ningún cambio de valores colectivo sería posible sin la repetición a escala de lo inaceptable como comprensible, sin la instalación de los prejuicios que habilitan la figura de un enemigo que amenaza lo propio porque piensa distinto, porque luce distinto, porque viene de un lugar distinto.

Un karateca muele a golpes a un taxista hasta dejarlo con muerte cerebral. 
Un carnicero patea hasta matar al ladrón que acaba de atropellar con su auto mientas el tipo agoniza en el suelo. 
“Se cagaron a tiros” dice el jefe de gobierno porteño. “Muestran la hilacha” agrega refiriéndose con desprecio a los involucrados creyéndolos parte de la oposición aunque horas después se sabe que los tiros provinieron de un gremialista cercano a su partido.
El jefe de gobierno porteño justifica su verborrea porque estaba nervioso: le habían partido el brazo en tres a un policía. El parte médico dice que el policía en cuestión solo sufrió heridas leves. 
Nadie sale a desmentir, nadie sale a corregir.
Una monja acusa a toda una agrupación de jóvenes de ser el “brazo armado del narcotráfico”
El repudio es tan mínimo que apenas si se escucha.

Insistir hasta el cansancio con la pesada herencia no ha sido suficiente. Parece que todo lo que se destruyó en estos años fue porque en realidad no nos dijeron el verdadero estado en el que habían encontrado el país. 

La fotografía de hoy parece la de una película futurista. Miles durmiendo en la calle, fábricas y negocios cerrados, desempleo, inflación, deuda que aplasta al PBI, jubilados sin remedios, niños sin vacunas y con hambre y aún piden más sacrificio para “salir adelante”.
Parece que hubieran venido a castigarnos por algún pecado bíblico. 

Pero de todas las mentiras, de todas las promesas incumplidas la peor, la más artera fue la de que venían a unir a los argentinos. 
No sólo no hicieron nada para intentarlo sino que apostaron a todo lo contrario.
Mayores dosis de odio, de resentimiento y división inoculados a diario como la única manera de garantizar que la mentira fluya sin condena, que ya no importe si la política beneficia o perjudica a la comunidad.
La sin razón del odio todo lo disculpa con tal de ver al que se odia destrozado, hundido, aplastado.
Aún a costa del propio exterminio.

Hay algo más que una elección en juego.
Pronto sabremos hasta dónde se ha quebrado el tejido social.
Pronto sabremos si la batalla cultural está en vías de perderse para siempre.

Patricia Riche



Comentarios

Osvaldo ha dicho que…
Hay que agregar también, como si fuera poco, los valores que inculcarán a nuestros jóvenes al hacerlos ingresar al servicio cívico para educarlos.
Me pregunto: ¿cuales serán esos valores?

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