Una batalla estratégica
En este preciso instante se llevan a cabo innumerables batallas en todos los rincones del planeta.
Anónimas batallas individuales por la supervivencia, huyendo de alguna autoridad que cree cumplir con su tarea.
Éxodos tribales en embarcaciones precarias, sólo para dejar atrás un infierno demasiado familiar, y entregarse a una piedad extranjera que no llega.
Feroces combates por causas que nunca son propias, con armas también ajenas, defendiendo fronteras imaginarias a cada lado de las cuales habitan los mismos seres humanos.
Intentos heroicos de resistir la ocupación de un usurpador extraño, que arrebata la tierra y la memoria.
Gritos en las calles reclamando el fin de una ignominia cualquiera.
Una mujer que ahoga en llanto su impotencia, mientras contempla al varón que la castiga.
Migas que caen de la mesa de los poderosos sólo para terminar en la bolsa del material no reciclable.
Jóvenes que piden saber de dónde vienen exactamente, y quienes son detrás de su nombre.
Ancianos que pretenden algo más que sólo esperar una muerte amarga.
Manos infantiles que recogen el fruto de la tierra para que se lo lleve la codicia.
Padres y madres para quienes los días son siempre más largos que los jornales.
Legiones mendigando un trabajo que los salve de mendigar la sobra de un pan.
Conciencias despertando, otras que persisten en el sueño de la indiferencia, y otras planificando el siguiente asalto a la inocencia, contando a su favor con un formidable aparato comunicacional estructurado para la mentira.
En todas estas batallas está en juego el carácter de la condición humana.
La Historia nos enseña que nuestra especie es capaz de todos los extremos de la grandeza y de la perversidad.
El progreso material de esta etapa no ha estado acompañado de un crecimiento espiritual acorde, pero al mismo tiempo ha puesto más en evidencia que nunca la injusticia, la iniquidad y el abuso de los poderosos.
La contemplación de este panorama se vuelve desesperante cuando enfrentamos el absurdo de que podría no ser así.
Nuestra Argentina es un ejemplo dramático.
Un país donde hay recursos suficientes para que el estado esté presente allí donde haya una necesidad y la transforme en un derecho.
Una sociedad productora de alimentos, donde ningún habitante debería padecer las cercanías de la inanición.
Y sin embargo ocurre, porque así lo permitimos.
Innumerables batallas tienen hoy lugar en nuestro querido país.
La del 27 de octubre será estratégica.
Decidiremos nuevamente - con la memoria fresca de nuestros dolores - qué tipo de sociedad queremos para nosotros y para aquellos que nos sucedan.
Adolfo Adorno
Comentarios
Muy bueno tu blog, saludos.