El rey está desnudo

Parece que no hay tregua. 
El mundo y nuestro continente están convulsionados, las viejas estrategias desestabilizadoras se vuelven más visibles y los reyes quedan al desnudo…
En Chile -el hijo dilecto del neoliberalismo- miles y miles se movilizan desde hace semanas reclamando mayor igualdad. Tras la ceguera de sus privilegios el presidente ordenó reprimir y entre muertos y toques de queda se sucedieron diversas violaciones a los derechos humanos que fueron ignoradas por la OEA que casi en simultáneo prefirió ocuparse de las irregularidades ocurridas en las elecciones de Bolivia donde un grupo inicialmente pequeño de opositores se manifestó en las calles denunciando fraude e incitando una revuelta pirómana contra el orden establecido con riesgo de vida para autoridades, familiares y seguidores del partido oficialista. 
La violenta respuesta desplegada en Chile hizo que más de un millón de chilenos exigieran la renuncia del primer mandatario que fue respaldado por las fuerzas de seguridad y aún hoy lo mantienen en su cargo. En Bolivia, sin embargo, resultó tardía la decisión de llamar a nuevas elecciones y se logró la destitución del presidente que -abandonado por la policía primero y los militares después- no tardó en dimitir junto con todos sus ministros y colaboradores para evitar un baño de sangre. 
Las escenas de odio se sucedieron: pintura roja en los cabellos de una alcaldesa a la que obligaron a caminar descalza varias cuadras, ingreso vandálico a la vivienda del recién renunciado presidente, incendio de la casa de su hermana entre otras agresiones sin que se escuchen voces de repudio.
Así se concretaba el golpe de estado al gobierno plurinacional que mejoró todos los índices -económicos y sociales- en sus casi 14 años de ejercicio democrático (Angela Merkel va por el mismo récord y nadie la acusa de querer perpetuarse en el poder). 
Así “el milagro boliviano” se transformó de repente en un “régimen” -palabra mágica que convierte en dictadura cualquier gestión que se desvíe de los intereses de la “gran potencia del norte”.  Nunca sabremos qué hubiera pasado si se hubiera acatado la decisión del plebiscito que dijo NO a la reelección y se hubiera buscado un sucesor para la continuidad del modelo virtuoso. Pero consumados los hechos, un vergonzoso silencio rodea lo que es a todas luces el retorno de un golpe al estilo clásico -ya no parlamentario o judicial como en el caso de Honduras, Paraguay o Brasil-. La bandera wiphala fue quemada, su insignia cortada y separada de la bandera tricolor en la chaqueta de los uniformados -el apartheid a la boliviana- y las autoridades derrocadas se convirtieron en “dictadores”, prófugos en busca de asilo político. 
   
En medio del estupor la Casa Blanca se pronunció con una rotunda felicitación al pueblo boliviano por haber sido liberado. ¿Estarán mal informados? Las calles de Bolivia se han vuelto un posible campo de batalla, reina la  acefalía mientras las fuerzas militares parecen responder a un caudillo fanático xenófobo de la aristocracia boliviana que exigió la renuncia del presidente biblia en mano y  que ni siquiera fue candidato en los comicios recientes.  Sólo escucharlo nos hace retroceder a los tiempos de la inquisición, cuando se creía que los indios no tenían alma. Tal vez por eso la felicitación parece sobreactuada, exagerada, muy alejada de la realidad que reflejan las imágenes de los países vecinos: por un lado el hartazgo de los chilenos tras 30 años de inequidad, por otro la explosión de la oposición boliviana golpista evaluadas con varas tan distintas deja muy en evidencia que nada hay para celebrar. ¿Será que ya no importa disimular? ¿Es que se ha perdido todo decoro?

Más allá de la tristeza y el dolor por la lucha fratricida, tanto desborde desprovisto de la mínima elegancia puede ser el indicio de una creciente debilidad de los más fuertes. Expuestos en sus maniobras ante el mundo solo les resta asociarse a fantoches irresponsables carentes de toda seriedad, como el autoproclamado presidente de Venezuela o el actual presidente de Brasil. 

En Argentina el candidato elegido fracasó y su equipazo deja una situación explosiva. En el ámbito económico se lanzaron a la desregulación del mercado cambiario, la apertura irrestricta de capitales, la bicicleta financiera y nos endeudaron de manera masiva generando recesión, ajuste, crecimiento del desempleo y pobreza. En el ámbito institucional elaboraron un plan sistemático para controlar a la Corte Suprema, manipular el Consejo de la Magistratura, atacar jueces que fallaron contra sus intereses, agredir magistrados del fuero laboral y designar jueces afines a dedo. Un escándalo por el que la ONU acaba de pedir explicaciones.
Por todo esto, pese a que encontrará tierra arrasada, al gobierno entrante no le será difícil hacer un mejor papel que el de tan desastrosa gestión, lo difícil será lograr hamacarse para gobernar con astucia en una patria grande amenazada por el rencor neoliberal disfrazado de fanatismo religioso:  elegir las batallas, no empeñarse en convencer o confrontar cuando se pueda seducir. 
Chile y Bolivia son dos caras de una moneda que deberemos analizar en profundidad para que Argentina avance sin tropezar de nuevo con las piedras que arrojan en el camino los mismos de siempre. 
A estas horas Latinoamérica ya tiene su segundo presidente autoproclamado. Esta vez es una mujer rubia que se asoma al  balcón de Palacio Quemado en La Paz.  A su izquierda, biblia en mano, el personaje que impulsó la quema de urnas y casas exigiendo la cabeza del presidente destituido. Toda una foto de época que acompaña el periodismo de guerra desde Miami señalando al todavía presidente exiliado en México como el mayor narcotraficante de la historia. 
Haberlo sabido antes…

Patricia Riche  

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