Leones sueltos

¿Cómo se sale de esta dinámica en la que la ley de unos pocos parece imponerse por encima de la ley general? 

Porque los medios -siempre los medios- han avalado como cierta la postura de una minoría.

Soltaron a los leones y no será fácil intentar que regresen a sus jaulas. 

No son muchos pero están ahí afuera y son sanguinarios. 

Andan sin freno, adueñados de las instituciones, de la constitución, de la república, de la democracia. 

Hacen vigilia en la quinta de Olivos para amedrentar al presidente. 

Abrazan el congreso mostrando sus fauces para evitar que sesione.

Menean sus melenas frente a tribunales o marchan rugiendo frente a la casa de un supremo para doblegar su conciencia. 

Fieras salvajes que cuando pierden las elecciones instalan sospechas de fraude y exigen que el partido ganador gobierne según sus apetencias.

SI no lo hacen lo tildarán de autoritario y considerarán ilegítima cualquier medida que no los favorezca.  

Se manejan en la región y en el mundo de la misma manera. 

Son los dueños de la verdad porque así lo han convalidado los grandes medios, el periodismo mercenario de una derecha delirante.

Ya no se trata de interpretaciones diferentes, de opiniones, de confrontaciones siquiera. 

Las reglas de juego que garantizan la convivencia pacífica de una comunidad son reemplazadas por otras reglas inventadas y protegidas por ciudadanos zombificados.

En sus alucinaciones la república está en peligro porque el senado quiere sacar jueces que no rindieron las oposiciones que la constitución prevé para ocupar determinados cargos con la única finalidad de darle impunidad a quien ha sido declarada culpable antes de ser juzgada por causas armadas sin pruebas y si no se la castiga con la cárcel será un atropello a la institucionalidad. 

Desde semejante locura, el camino de regreso a la cordura parece muy difícil de desandar.     

Han construido una realidad paralela. 

El periodismo la sostiene con un cinismo aterrador  

La “gente” con un odio que se parece mucho a la estupidez.

Como si un día se les ocurriera apoyar que se puede tener un consultorio pediátrico sin necesidad de tener el título, que basta con tener auto para salir a manejar sin necesidad de sacar el carnet de conducir, o que para votar en las  elecciones no hace falta tener los 16 años cumplidos. 

Cualquiera sabe que quien practica la medicina sin título va preso, que si alguien circula sin carnet le quitan el auto, o que si un niño de 13 quiere votar lo devuelven a su casa. 

Pero lo obvio parece menos obvio cuando lo aislado se vuelve frecuente y es consentido por la autoridad mediática. 

Así si un grupo de vecinos se parara en la puerta del consultorio para evitar que apresen al impostor porque ha sido encantador con sus hijos y los medios cubrieran la noticia con palabras elogiosas para con el pediatra trucho parecería posible que el pseudo médico siguiera atendiendo sin problemas y sin recibir sanción alguna. Si de repente fueran muchos los que salieran sin carnet a las rutas e hicieran una caravana para que los dejen conducir porque después de todo saben manejar y tienen su propio vehículo ¿por qué no podrían hacerlo? O si una avalancha de pibes se volcara a las urnas exigiendo emitir su voto sin haber cumplido 16 ¿por qué no habría que permitirlo? 

No son conscientes de las falacias que defienden porque en su realidad paralela todo vale. 

Por eso podemos escucharlos berrear sin sentido que seamos libres, que lo demás no importa nada. 

Pero sí que importa. 

A millones de argentinos nos importa. 

Y deberemos volvernos cada vez más creativos para hacernos visibles en este contexto de pandemia. 

Porque los leones son pocos pero andan sueltos, se mueven a sus anchas y están casi convencidos de que todo el territorio les pertenece.


Patricia Riche

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