OJOS QUE NO VEN...

He aprendido a reconocerlos a simple vista. 

Más aún: sin verlos sé que se trata de ellos. 

Porque de sus casas suelen colgar banderas argentinas ostentando una argentinidad que no los representa. 

Sólo se apropian de los símbolos para enarbolarlos a favor de sus intereses, casi siempre individuales. 

En la calle suelen no usar barbijo, y si lo usan lo llevan en el cuello o en la mano desafiando al virus que acecha porque prefieren enfermarse -y enfermar al resto- antes que obedecer a un presidente que no votaron. No les importa que haya sido elegido por la mayoría porque no aceptan el juego democrático. Convocan el fantasma del populismo que ellos mismos inventaron para considerar ilegítima cualquier medida que no los beneficie. Suelen justificar sus dichos y sus conductas cuasi golpistas aduciendo que la república esta en peligro…cuando ellos no gobiernan claro. 

Se ufanan de defender la ley pero no dudan en ignorarla cuando va en contra de lo que piensan y esperan que suceda. Y lo que piensan y esperan suele estar apoyado en lo que escuchan de algunos comunicadores en cuya palabra confían más que en la de los jueces a los que sólo respetan cuando sus fallos coinciden con sus expectativas. Por eso sus argumentos son confusos y apenas se limitan a repetir frases hechas que carecen de todo sustento o dato demostrable. Las arrojan estentóreos en la cola de un banco, o al entrar a un negocio del barrio y nos obligan a escucharlos.  No dudan en hacer algún comentario ofensivo contra la tierra en la que viven y se despachan con algún “qué se puede esperar de este país de cuarta” -asumiendo consensos incomprobables- o se lamentan por no ser Estados Unidos, Uruguay o Chile con resignada admiración por un mundo que suelen interpretar equivocadamente. 

Son los que se sienten impunes para imponer sus creencias como verdades irrefutables, los que dicen defender libertades mientras descalifican al que piensa distinto y son capaces de agredir y hasta golpear a la prensa que identifican como “opositora” y por lo tanto corrupta. Porque sólo ellos son transparentes. Son los que entienden la diferencia entre Vicentin y Baez, porque aprecian al ladrón de guante blanco mientras desprecian al advenedizo que se hizo rico con la “política”. Por eso compran dólares en el mercado ilegal y después se quejan de la inflación, van por repuestos para el auto en algún local con fama de desarmadero y se espantan con la inseguridad, están en contra de la legalización de la droga pero hacen la vista gorda si en su barrio cerrado vive algún magnate narco. 

Son los mismos que pueden escrachar a un enfermero o a una médica que vive en su edificio porque los expone al covid y luego aplaudir la quema de barbijos en el obelisco. O escandalizarse ¿porque se va Falabella? sin haber reparado en las miles de Pymes que cerraron en los últimos años.

Son sujetos indignados, carentes de memoria y encolerizados contra todo lo que no se ajuste a sus deseos. 

Un puñado violento que se autopercibe como “la gente” y delira con que la patria está en peligro mientas ignoran desde siempre que la patria  es el Otro.

Ojos que no quieren ver...Ojos que ven lo que quieren.

Por todo eso los reconozco y pese a la impotencia que me genera tanta hipocresía agradezco estar del lado de los millones y millones y millones que esperamos prudentes el momento de recuperar la calle y continuar marchando por un país más justo. 


Patricia Riche

Comentarios

Entradas populares de este blog